viernes, 12 de julio de 2013

EL APRENDIZAJE CON UNA ENSEÑANZA DECREPITA (POR FERNANDO SIBILIO)



Ayudar a colocar los cimientos de la memoria en un niño es lo más importante, pues ella es la proveedora de la expresión y es la clave en el descubrimiento de la familiaridad existente entre cosas muy diferentes.  Es necesaria una red de memoria para poder innovar en la ciencia.  Aprender matemáticas, física, geografía requiere algo más que datos matemáticos, físicos o geográficos.

Convendría entender que ninguna asignatura ni ninguna metodología de enseñanza, sería adecuada, si se convierte en sí misma en el eje central del aprendizaje.  Lo importante es enseñar a los alumnos a pensar, expresarse y disfrutar con el milagro del lenguaje de esas asignaturas.  Pero ahora proliferan conceptos que provocan la evasión escolar y el aburrimiento de los alumnos en el aula.

Examinemos este ejemplo. El complemento predicativo es un sintagma adjetivo que complementa a los verbos predicativos y concuerda en género y número, con el sintagma nominal.  ¿Puede un alumno amar el lenguaje con estas definiciones? Respetamos el sano juicio de los pedagogos que formulan estos y otros avances, del mismo modo que con la clasificación de las palabras por su acentuación.  Las agudas, graves y esdrújulas se denominan ahora oxítonas, paroxítonas y proparoxítonas.

Construir una memoria activa y un activo sistema de operaciones mentales en los alumnos, con estas oscuridades pedagógicas, es muy difícil.  Sigue siendo un error de quienes dirigen el sistema de enseñanza, pensar que la comprensión es un proceso de captación súbita y definitiva o una habilidad lingüística.  Es un proyecto que exige un sentido crítico del alumno, pero también afanes y mucha paciencia del maestro.

Insisten pedagogos como Rontaffel y Thomas Sowel en la importancia de la expresividad, como la clave que anima la habilidad del alumno para revelar y articular lo que piensa.  Es la dificultad para expresarse la que impulsa el comportamiento agresivo y el lenguaje de las acciones en muchos niños.  Muchos estudios demuestran que las conductas violentas guardan relación con algún trastorno del lenguaje.


Necesitamos que el sistema de enseñanza rompa con la burocracia decrépita que hoy la dirige; a fin de concentrar sus mayores esfuerzos y energías en una filosofía escolar que priorice la expresividad de los alumnos.  Ya que las bases para una eficaz expresión se sientan en los años preescolares, tanto en la escuela como en el hogar.

Cuantifiquemos y cualifiquemos los daños irreparable e irreversibles que producirán sobre la nación y el país, el déficit de 7,600 maestros en el sistema escolar.  Una cifra dada, con descaro, por las propias autoridades del sistema; un fracaso del Ministerio de Educación, del Ministerio de Educación Superior, del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo.

Aspiraba Gianni Rodari, en su “Gramática de la fantasía”, que el maestro se convirtiese en un animador, en ese personaje que promoviera la creatividad y dejara de ser ese ser quien transmite el saber perfecto.  Que el maestro se sienta como el adulto quien se encuentra circunstancialmente con los alumnos en el aula, para darle lo mejor de él y desarrollarse a sí mismo; en el hábito de la creación, la imaginación y el compromiso.

Proponemos los talleres, en todas las asignaturas, orientados hacia la lectura y la escritura, a fin de poner en movimiento el orden en el pensamiento, el ajuste de la expresión y la buena comprensión.  Aunque fueran concebidas para los adultos, en España, Costa Rica, Argentina, Chile y Brasil han dado magníficos resultados.  Por el interés que despiertan en los niños y en los docentes.

Promoveremos en estos talleres una reflexión sobre la teoría a partir de la práctica.  Pedirle, por ejemplo, a un alumno que diga otro adjetivo que exprese mejor lo que quiere decir de un perro.  Le hará ver la gramática como un instrumento formidable y divertido.  Pues así llega a las reglas de sintaxis en forma natural.

Deberíamos pensar, quienes todavía llevamos la vocación docente, en esta máxima de Confucio.

            Explícame y olvidaré
            Muéstrame y recordaré
            Déjame hacerlo y lo aprenderé.

Santo Domingo, D. N.
12 de Julio, 2013.- 

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