lunes, 25 de marzo de 2013

EL PLAN DE SEGURIDAD Y LOS COMANDOS DE GARRISON (POR FERNANDO SIBILIO)

Llenaremos a la sociedad de poderosas aspiraciones con este nuevo plan de seguridad ciudadana.  Una cuenta nueva que coloca la fuerza por encima de la inteligencia, y abierta por los mismos jefes del Ministerio de Interior, de la policía y de la Dirección de Drogas; tras el borrón de tres espejismos anunciados en los últimos 25 meses.

Rogamos que se aplique un proyecto de seguridad universalmente válido, en el cual la responsabilidad democrática que lo defina, reconozca la plenitud de la libertad y de los derechos de todos los ciudadanos.  A fin de que, la órbita de sus resultados jamás se justifiquen con un “Denle para abajo”.  Esa naturalidad que ha cosificado las muertes de más de 3,900 personas, en acciones penales de los cuerpos policiales, durante los últimos 10 años.

Aceptar esta ideología penal como un plan de seguridad ciudadana, sería entregarse en los brazos de un poder político y social que necesita la violencia, la delincuencia y la criminalidad organizada, para definirse y sustentarse.

Examinemos el perfil delictivo y criminal de los jefes militares y policiales pedidos en extradición, y su vinculación con el poder político y social. Estudiemos a profundidad el robo, evasión y lavado de activos, que esconde el negocio mafioso de combustibles, en la propia refinería.

Provoca sospecha la omisión de acciones concertadas para contener la circulación de más US$6,800 millones de dólares, que circulan por las tripas de las instituciones financieras formales e informales cada año, para financiar las operaciones de las pandillas.

Insistimos en que las autoridades definan el alcance y calado de las evidencias, sobre las cuales habita este plan de seguridad.  Ya que implicará un nuevo régimen de inteligencia delictiva y criminal, tanto en los programas y métodos como en la metodología y los protocolos de investigación.  Porque soslaya la internalización y la externalización de sus propios contenidos y cambios valorativos, consignados en los objetivos de su oferta de seguridad.

Pasar por alto esta realidad sugiere la continuidad en la ruta de la pusilanimidad creadora de otros planes.  Bengalas que se han cansado muy pronto, por ser desconocidas hasta por los propios mandos policiales, penales y militares.  Lamentamos que los bostezos de estos jefes impidan descubrir el valor de la corrección cívica y democrática que tienen las autoridades, en su responsabilidad de dejar a la población libre de la coacción y de la arbitrariedad.

Existen, señores, unos antecedentes envueltos, tanto en la violencia, como en la delincuencia y la criminalidad, que son vitales e invisibles como el aire.  Ellos determinan las hipótesis, los riesgos y las flexibilidades de este plan.  Ahí duermen las causales de la opacidad, la desconfianza y las improvisaciones en la contención de las actividades delictivas y criminales.

Siembran estas imprevisiones las dudas y las confusiones que originan las informaciones, las pruebas y las evidencias de los crímenes y de los delitos.  Por esto, ha sido difícil la confección de una cartografía, y la interdicción de los canales de comunicación y de los sistemas operativos de las bandas.

Sorprende la ausencia de una memoria social, económica y política del impacto de la violencia, la delincuencia y la criminalidad sobre las actividades productivas y la reputación internacional del país. Del mismo modo, pasan por alto los efectos nocivos y traumáticos sobre el desenvolvimiento de las instituciones y sus riesgos sobre la calidad de vida de las familias y los ciudadanos.




Santo Domingo, D. N.

25 de Marzo, 2013.-

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