domingo, 12 de mayo de 2013

EL NACIONALISMOS PODRIDO DEL JUEZ ROSARIO (POR FERNANDO SIBILIO)

Piensa el Presidente de la Junta Central Electoral que las personas a quienes ha despojado de sus documentos son plantas de su finca.  Que carecen de derechos, y, por tanto, les pertenecen a él, y puede cortarlas cuando les venga en ganas, cual si fuesen racimos de plátanos.

Estima el Magistrado que los 23,000 hijos de nacionales haitianos que, por su soberbia constitucional, dejan de ser sujetos de derecho, para convertirse en objetos del derecho caprichoso de su poder político posicional.

Sentirse legalmente como una cosa, tal cual son tratados estas personas, es aterrador, frente a una institución laureada como ejemplo regional de modernidad.

Pierde crédito esta modernidad con el lastre esclavista exhibido por la Junta Central Electoral.  Más, si acaricia la irresponsabilidad democrática, al judicializar sus propias decisiones transfiriéndolas como delito migratorio, a la Dirección General de Migración.  Así convierte a los hijos de haitianos en cosas sin dueño. “Servus sine domino”.

Permite este ocio indecente reconocer y percibir la contundencia de la quiebra institucional y posicional del poder y del sistema político.  Como las personas se arrogan y se abrogan el poder que tienen atados los cargos públicos.  Le recordamos al juez Rosario que, la dignidad es la plenitud de los derechos y un modo de ser-en-el-mundo, nunca un modo de estar-en-el-mundo.

Es ese modo de ser-en-el-mundo lo que convierte a las personas en sujetos activos y creadores del orden ético.  Debería, por tanto, la Junta Central Electoral, ocuparse en la definición de los contenidos democráticos y de la dignidad de sus Resoluciones, y de las figuras de justicia que despliegan sus decisiones políticas, económicas y sociales.

Quiere, el Presidente de este organismo, que sus valores éticos históricos sean un fin en si mismo, una moral nacionalista perfecta, la cual rompa hasta con los derechos y deberes democráticos del Estado.  Por eso, propone el desconocimiento unilateral de la convención de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.

Recuerdan esta monserga de extranjería los estilos dramáticos de Shakepeare y de Kafka, ambos transmiten la crueldad humana, pero, en nuestro tiempo, narramos un absurdo contado por un payaso sin gracia democrática, ebrio de poder y furia.  Actos brutales perpetrados por el Estado, con una opresión angustiosa y con la más terrible ferocidad, antes que se pronuncie la sentencia.

Apresura, el juez Rosario, la pena antes que el proceso se haya incoado.  Inflinge daños sobre los sospechosos y les despoja de todo lo que constituye su dignidad humana.  Tortura pura y dura.  Les coloca en la condición de esqueletos descarnados, pero útiles en las plantaciones de arroz, en las excavaciones de las trincheras del metro y en las votaciones de Pedernales.




Santo Domingo, D. N.
12 de Mayo, 2013.-

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