Piensa el Presidente de la
Junta Central Electoral que las personas a quienes ha despojado de sus
documentos son plantas de su finca. Que
carecen de derechos, y, por tanto, les pertenecen a él, y puede cortarlas
cuando les venga en ganas, cual si fuesen racimos de plátanos.
Estima el Magistrado que los
23,000 hijos de nacionales haitianos que, por su soberbia constitucional, dejan
de ser sujetos de derecho, para convertirse en objetos del derecho caprichoso
de su poder político posicional.
Sentirse legalmente como una
cosa, tal cual son tratados estas personas, es aterrador, frente a una
institución laureada como ejemplo regional de modernidad.
Pierde crédito esta
modernidad con el lastre esclavista exhibido por la Junta Central
Electoral. Más, si acaricia la
irresponsabilidad democrática, al judicializar sus propias decisiones
transfiriéndolas como delito migratorio, a la Dirección General de Migración. Así convierte a los hijos de haitianos en
cosas sin dueño. “Servus sine domino”.
Permite este ocio indecente
reconocer y percibir la contundencia de la quiebra institucional y posicional
del poder y del sistema político. Como
las personas se arrogan y se abrogan el poder que tienen atados los cargos
públicos. Le recordamos al juez Rosario
que, la dignidad es la plenitud de los derechos y un modo de ser-en-el-mundo, nunca
un modo de estar-en-el-mundo.
Es ese modo de ser-en-el-mundo
lo que convierte a las personas en sujetos activos y creadores del orden
ético. Debería, por tanto, la Junta
Central Electoral, ocuparse en la definición de los contenidos democráticos y
de la dignidad de sus Resoluciones, y de las figuras de justicia que despliegan
sus decisiones políticas, económicas y sociales.
Quiere, el Presidente de
este organismo, que sus valores éticos históricos sean un fin en si mismo, una
moral nacionalista perfecta, la cual rompa hasta con los derechos y deberes
democráticos del Estado. Por eso,
propone el desconocimiento unilateral de la convención de la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos.
Recuerdan esta monserga de
extranjería los estilos dramáticos de Shakepeare y de Kafka, ambos transmiten
la crueldad humana, pero, en nuestro tiempo, narramos un absurdo contado por un
payaso sin gracia democrática, ebrio de poder y furia. Actos brutales perpetrados por el Estado, con
una opresión angustiosa y con la más terrible ferocidad, antes que se pronuncie
la sentencia.
Apresura, el juez Rosario,
la pena antes que el proceso se haya incoado.
Inflinge daños sobre los sospechosos y les despoja de todo lo que
constituye su dignidad humana. Tortura
pura y dura. Les coloca en la condición
de esqueletos descarnados, pero útiles en las plantaciones de arroz, en las
excavaciones de las trincheras del metro y en las votaciones de Pedernales.
Santo Domingo, D. N.
12 de Mayo, 2013.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario