Pactaban los Presidentes
Medina y Martelly facilitar las exportaciones de productos, tanto dominicanos
como haitianos, con sendas órdenes a sus Ministros de Industria y Comercio,
tras una reunión bilateral, en Puerto Príncipe, con ocasión de la Quinta Cumbre
de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe,
celebrada en la Capital haitiana, el 26 de Abril. Entonces: ¿Qué hicieron mal las autoridades
dominicanas?
Cunden las expresiones de
rechazo contra la reiteración de una decisión haitiana de 2008. Agitan los periódicos en caricaturas
burlonas, con segundas y terceras intenciones, y se desborda el fanatismo
político de legisladores, funcionarios y la demagogia nacionalista de otros
dirigentes. Nadie pide explicaciones por la inopia política del
Gobierno Dominicano, después de 65 meses de prohibición oficial.
Cambiaron la ortodoxia
diplomática por el voluntarismo presidencial y relegaron a un tercer plano los
intereses y los espacios vitales del Estado.
La administración se apoya en declaraciones y opiniones de buena
voluntad, consignándole poderes deliberativos a la “Comisión Mixta Bilateral”,
una entelequia democrática y política, que solo sirve, del mismo modo, que
otros negociados diseminados en varios Ministerios, para justificar la
impresentable burocracia de la cancillería.
Siguen creyendo el
Canciller, el Ministro de Industria y el de Economía que la inteligencia es una
facultad de Ministros. Tienen bajo su
dirección varios organismos inoperantes cuyo oficio y responsabilidad es el
comercio exterior. Sin embargo, sus resultados son esta pantomima fraudulenta
que convierte lo miserable en grandioso, y saca a la luz este descalabro de
nuestra política exterior.
Compartimos intereses
geopolíticos y comunes con Haití, aunque en los últimos 15 años, la anomia
democrática haitiana y el ventajismo político (privado) de dominicanos hayan
sepultado el oficio y el servicio público en las relaciones insulares. Más de US$ 285 millones de dólares monta la
evasión fiscal del lado dominicano y más de US$156 millones, en el lado
haitiano.
Consideremos, por ejemplo,
geopolíticamente lo que sucede en la educación, donde los dominicanos llevamos
la responsabilidad en la formación profesional de más de 14,000 estudiantes
universitarios haitianos, con el lastre de que hasta hoy, la Universidad Henry
Christophe, “donada” por los dominicanos, espera inscribir 1,000 alumnos, de
los 10,000 que sirvieron de justificación a este despropósito.
Estamos comprometidos en la
educación preuniversitaria y básica de más de 100,000 hijos de haitianos, y
estudian carreras técnicas y vocacionales otros 90,000, en todo el país. Sin que haya ninguna exigencia dominicana,
para que los derechos que Haití reclama, en el exterior, se los conceda a sus
ciudadanos en suelo haitiano. Solo así
aprenderá, esa nación, lo arriesgado que es exigir derechos.
Prohibir la entrada de
huevos, pollos y salamis son solo síntomas de nuestra incapacidad política y
económica frente a los haitianos y en toda la región. Es que entregamos el control de nuestro
proceder industrial, comercial, político y económico a otros, y por eso,
nuestro gran problema está en la calidad y la competencia de nuestra producción
y exportación nacional. Aunque muchos
culpen nuestra moneda o al agotamiento del modelo.
Siguen la facundia
diplomática, el voluntarismo presidencial y el fraude de opinión pública como
pilares estratégicos, en nuestra política internacional. Ahí radica la razón de este y de todos los reveses
sufridos en la Organización Mundial de Comercio y en la Corte Interamericana de
los Derechos Humanos.
Somos un país pequeño con
sueños grandes, y nunca deberíamos entender esa grandeza por los hechos del pasado
o por nuestra Historia, sino por lo que podemos hacer, puesto que, la mirada al
pasado con Haití nos llenará de melancolía, esa tristeza por la oportunidad
perdida que los franceses e ingleses llaman “regret”. Invitamos a los dominicanos y haitianos a
luchar por las cosas posibles.
Santo Domingo, D. N.
13 de Junio, 2013.-
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