lunes, 5 de diciembre de 2016

LA AMBIVALENCIA CALCULADA DEL EMBAJADOR BREWSTER (POR FERNANDO SIBILIO)


Anunciaba el abandono de su cargo el Embajador de los Estados Unidos, mientras pronunciaba, un discurso en la Cámara Americana de Comercio.  Era el momento en que escondía su huida, en una renuncia, el mismo día de la toma de posesión del nuevo Presidente de su país.  Así mostraba su activismo electoral en favor de la candidata derrotada, su madrina de designación, la Exsecretaria de Estado, Hillary Clinton.

Abandonar un cargo diplomático, sin esperar el nombramiento de su sucesor, es una descortesía y un desplante político impresentable, por lo que encierra la solemnidad y ceremonial, tanto frente al país de acreditación como frente a la continuidad que suponen los cargos diplomáticos, pues son refrendados, por el capitolio, otro poder del Estado Federal de los Estados Unidos.

Sale el Embajador, según sus declaraciones, a buscar “Nuevas Aventuras”, junto a su compañero Bob Satawake, tendiendo un manto de conjeturas y confusiones con su decisión política y electoral.  Es que su activismo electoral lo llevó a quebrar la institucionalidad y la independencia de la Sede Diplomática, y de su propio cargo frente a la sociedad y a los ciudadanos de su país.  Arrastró en su frenesí electoral al cargo y al poder posicional que conllevaba su nombramiento, con lo cual dividió a los propios funcionarios y empleados, tanto a los de la delegación, como a los consulares, como al personal administrativo.

Usa su ambivalencia calculada, cuando afirma que, de cada 100 dominicanos, 10 son LGBT, sin ningún estudio que convierta en una verdad su opinión o declaración, al respecto calcula que un millón de nuestros nacionales, tienen una identidad social homosexual, y sufren discriminación en la República Dominicana.

Quiere, desde la ambigüedad estadística, confundir los derechos de personas, con los objetivos políticos de grupos.  Una cosa son los derechos humanos de un homosexual como persona, pero otra muy distinta son los derechos políticos de esa persona como homosexual.  Tener derecho a un baño de mujeres, por ser un hombre que subjetivamente se siente mujer, es violar los derechos a la intimidad de una persona que, objetiva y evidentemente es mujer.

Confunde el Embajador Brewster su identidad personal, con su personalidad, la persona responde a la pregunta: ¿Quién soy? Y la personalidad responde a la interrogante: ¿Qué soy? Esto último se compadece con: Soy el Embajador de los Estados Unidos de América.  Aquí se ha desindividualizado, ha perdido su identidad personal, por la identidad de un grupo, o por la pertenencia a un grupo social.  Es esta incomprensión de la realidad, lo que le ha llevado a esta depresión diplomática y política.  Después de tres años de gestión, en la defensa de los intereses de su país, es una pena que termine como un juguete roto de la política.  

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