lunes, 10 de septiembre de 2012

HARRY POTTER EN LA REFORMA POLICIAL Y MILITAR (POR FERNANDO SIBILIO)

Seguimos perplejos con la lógica ilógica de los Magos, con la propuesta de los proyectos de reformas de los Cuerpos Policiales y de Seguridad del Estado.

Sorprende la conectividad que hacen las autoridades civiles y militares de episodios coyunturales de violencia o de delincuencia, con la función de los órganos institucionales, tanto de la Policía Nacional como con el Ministerios de la Fuerzas Armadas.  Como si el tráfico de armas, el lavado de activos, la rebeldía de un General contra la judicatura, la imputación de un Director de Prisiones, la suspensión de 12 fiscales y la rebelión de un barrio contra la DNCD, se solucionan con nuevas leyes.

Sería sabio indagar lo que se esconde detrás de estos indicios, ya que expresan las necesidades y las deficiencias del Estado, en su obligación de responder democráticamente a esta demanda compleja de seguridad y protección, contra la violencia, la criminalidad y la delincuencia organizada y social, que siente toda la Nación.

Deberíamos perseguir, antes, la prospectiva que evite la reducción de la vida policial y militar, a una burda línea de rangos asignados en forma defectuosa o, que su centro de actividad, en lugar de ser el objeto de estas dos instituciones estatales sea el sujeto de una política basada en los méritos y el esfuerzo, pero, nunca la máscara de una arma de fuego, incompetente, que les sirva como consuelo, resignación y salvavidas.

Serán insuficientes todas las iniciativas que se hagan por mejorar la situación de estos órganos, sin embargo, la mayor atención debería estar acentuada en la democratización de la vida policial y militar, en vez de perseguir una burocracia jurídica y económica, que descuida los canales de distribución y de comunicación de los agregados criminales que esa violencia genera.

Pensemos que la ley policial vigente tiene menos de 10 años de promulgada, sin otorgarle la capacidad, al sujeto policía, de desarrollar sorpresas útiles y eficientes para los demás policías, para la institución y para la ciudadanía.  Para muestra estudiemos lo que pasa con la seguridad social y la formación profesional del policía y del militar.

¿Evitarían, estos instrumentos jurídicos y económicos que la violencia, la criminalidad y la delincuencia organizada, muevan más de 9,000 millones de dólares, cada año, en nuestro país?

Es bueno que las autoridades entiendan que, solo desde Puerto Rico, el narcotráfico mueve 8 millones de dólares, cada día, en la República Dominicana.  Que ese dinero supera, muchas veces, la dotación operativa que, en un mes reciben todas las agencias de inteligencia de la policía, del Ministerio de las Fuerzas Armadas, de la Dirección Nacional de Investigaciones y de la Dirección Nacional de Control de Drogas.

Deberíamos conocer a profundidad todo lo que se cubre detrás de estas fiebres sociales e institucionales, sin dejar de ver, que grupos del poder político y social se han concedido la dignidad de unos derechos para actuar al margen de la ley, y centrarse sin deber ni obligación frente al Estado Social de Derecho.  

Aceptemos, con sinceridad, esta debilidad institucional, porque los gabinetes criminales han ganado espacio político, económico, comercial y social, por lo cual el Estado Federal Americano y el Grupo Dublín, han tenido que intervenir sobre nuestro Estado y espacio geográfico con naves aéreas y marítimas, con acciones militares directas.

Reconozcamos de buena voluntad y con responsabilidad cívica, que la violencia, la delincuencia y la criminalidad estructural y  organizada, tanto la nacional como la internacional, generada por nuestras fuerzas sociales, están fuera del control del Estado; que estas lacras han movilizado las creencias, los sentimientos y los deseos de la población,  prevaliéndose de unos medios que justifican sus fines indecentes, expresados en los asesinatos y hechos atroces y horrendos que sacuden cada día los resortes emocionales de la sociedad.

Rogamos a las autoridades, a las instituciones civiles y a las agencias sociales del país, reparar en la urgencia que merece una revisión de nuestro sistema de premios y castigos, porque nuestros grandes bárbaros, sean estos: Policías, militares, banqueros, comerciantes, religiosos, artistas, traficantes, síndicos y congresistas, son también nuestros grandes héroes.



Santo Domingo, D. N.

10 de Septiembre, 2012.-  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario