lunes, 24 de septiembre de 2012

¿QUE HACER CON EL ANALFABETISMO FUNCIONAL Y ESTRUCTURAL? (POR FERNANDO SIBILIO)

Sorprende que la consigna del analfabetismo desplace la oferta educativa y se convierta en el quehacer del sistema de enseñanza, más aún, cuando este atraso histórico y existencial, en lugar de ser un objeto, debería ser un sujeto en el plan general de instrucción pública.

Atender el analfabetismo es una magnifica decisión, eso si, sin renunciar a la intransferible obligación del gobierno de responder, con urgencia, a la reducción del analfabetismo funcional y estructural del sistema de enseñanza, tanto el preuniversitario como el universitario.  Ya tuvimos otros programas ambiciosos de alfabetización: Trujillo en los 50, Balaguer, en los 60, Jorge Blanco en los 80 y, ahora, el Presidente Medina.

Necesitamos fomentar el hábito, la creatividad y el compromiso democrático, con los más de 700,000 alumnos que abandonan las aulas, con la mal formación escolar del 1,400,000 estudiantes que, supuestamente, termina el año y con los más de 300,000 que fracasan en su escolaridad.

Admiramos el valor del diálogo político y social con el fin de alcanzar un “Pacto Educativo”, aunque recordaremos que, en todo diálogo prima la reciprocidad y la mancomunidad en los deberes, los derechos y las obligaciones, de quienes dialogan con el tema, porque la educación es ante todo, un acercamiento vital y después académico.

Importaría mucho que las autoridades se ocupasen de liderar estas conversaciones, a partir de contrastar su oferta educativa con sus metas, sus hipótesis, sus riesgos, sus flexibilidades, sus posibilidades y sus evaluaciones, con las demandas cognitivas y afectivas reales y sentidas de la población, y dejar el estancamiento burocrático que supone, esa vieja práctica, de tapar parches coyunturales.

Aprender es la experiencia del saber, y la escuela carece de estrategias, para afrontar las sorpresas de estudiantes que los nuevos medios de comunicación les han abierto su intimidad.  Alumnos que pasan más del doble del tiempo que reciben de clases sentados frente al televisor, texteando o colgado en unas de las redes de la internet.  Estamos, entonces, frente a una población estudiantil y académica pasiva.
Dialogar sin considerar que, con este fenómeno, el lenguaje ha desaparecido de los ministerios escolares, de los hogares, de la escuela y del aula sería un riesgo.  ¡Señores! El lenguaje es el alma del aula y del hogar, sin el lenguaje: Las matemáticas, las sociales y naturales pierden ese dinamismo expresivo, que exige el proceso enseñanza-aprendizaje.

Pedimos imaginación, iluminación y asimilación pedagógica de esta novedad tecnológica, sin que, pensemos en que la educación ha cambiado, sino en la idea y la necesidad que tiene el liderato educativo y político, de investigar y de innovar, a fin de que, los estudiantes, los padres con su refuerzo y los profesores puedan desarrollar nuevas ideas y habilidades, que les permitan articular y revelar lo que piensan y lo que creen.

Esperamos, con ilusión, que todas las iniciativas de este “Pacto Educativo” se orienten hacia las demandas presentes de conocimiento científico, técnico y tecnológico que tenga la sociedad, en lugar de responder a las urgencias fiscales que pudiera tener el poder político y social.  Pero, estaríamos encantados si las autoridades integrarán a la programación de las clases y tareas estos medios audiovisuales y recursos didácticos que ofrecen estas oportunas creaciones tecnológicas.

Superemos este sistema de enseñanza: Que confunde el saber con el responder preguntas, que sus metas escolares y académicas están determinadas por los resultados de un examen, en el cual los profesores solo se limitan a contar faltas y aciertos.  Un esquema donde el alumno se siente juzgado como objeto del sistema, donde se desconsideran los procedimientos, los fundamentos y los aspectos positivos, en los cuales se sustenta la expresividad del alumno evaluado.

¿Habrá justicia? Al evaluar un estudiante de pedagogía mención ciencias naturales, que recibe clases de Química, en una nave dividida en tres aulas, separadas con planchas de plywood, en cuya sesión de clases, hay 86 alumnos, más el ruido de las otras dos aulas, pero, luego deberá acudir a un laboratorio de química con más de 100 alumnos, un profesor y un ayudante.


Santo Domingo, D. N.
24 de Septiembre, 2012.-

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