Sorprende que la consigna
del analfabetismo desplace la oferta educativa y se convierta en el quehacer
del sistema de enseñanza, más aún, cuando este atraso histórico y existencial,
en lugar de ser un objeto, debería ser un sujeto en el plan general de
instrucción pública.
Atender el analfabetismo es
una magnifica decisión, eso si, sin renunciar a la intransferible obligación
del gobierno de responder, con urgencia, a la reducción del analfabetismo
funcional y estructural del sistema de enseñanza, tanto el preuniversitario
como el universitario.  Ya tuvimos otros
programas ambiciosos de alfabetización: Trujillo en los 50, Balaguer, en los 60,
Jorge Blanco en los 80 y, ahora, el Presidente Medina.
Necesitamos fomentar el
hábito, la creatividad y el compromiso democrático, con los más de 700,000
alumnos que abandonan las aulas, con la mal formación escolar del 1,400,000
estudiantes que, supuestamente, termina el año y con los más de 300,000 que
fracasan en su escolaridad.
Admiramos el valor del
diálogo político y social con el fin de alcanzar un “Pacto Educativo”, aunque
recordaremos que, en todo diálogo prima la reciprocidad y la mancomunidad en
los deberes, los derechos y las obligaciones, de quienes dialogan con el tema,
porque la educación es ante todo, un acercamiento vital y después académico.
Importaría mucho que las
autoridades se ocupasen de liderar estas conversaciones, a partir de contrastar
su oferta educativa con sus metas, sus hipótesis, sus riesgos, sus
flexibilidades, sus posibilidades y sus evaluaciones, con las demandas
cognitivas y afectivas reales y sentidas de la población, y dejar el
estancamiento burocrático que supone, esa vieja práctica, de tapar parches
coyunturales.
Aprender es la experiencia
del saber, y la escuela carece de estrategias, para afrontar las sorpresas de
estudiantes que los nuevos medios de comunicación les han abierto su
intimidad.  Alumnos que pasan más del
doble del tiempo que reciben de clases sentados frente al televisor, texteando
o colgado en unas de las redes de la internet. 
Estamos, entonces, frente a una población estudiantil y académica pasiva.
Dialogar sin considerar que,
con este fenómeno, el lenguaje ha desaparecido de los ministerios escolares, de
los hogares, de la escuela y del aula sería un riesgo.  ¡Señores! El lenguaje es el alma del aula y
del hogar, sin el lenguaje: Las matemáticas, las sociales y naturales pierden
ese dinamismo expresivo, que exige el proceso enseñanza-aprendizaje.
Pedimos imaginación,
iluminación y asimilación pedagógica de esta novedad tecnológica, sin que,
pensemos en que la educación ha cambiado, sino en la idea y la necesidad que
tiene el liderato educativo y político, de investigar y de innovar, a fin de
que, los estudiantes, los padres con su refuerzo y los profesores puedan
desarrollar nuevas ideas y habilidades, que les permitan articular y revelar lo
que piensan y lo que creen.
Esperamos, con ilusión, que
todas las iniciativas de este “Pacto Educativo” se orienten hacia las demandas
presentes de conocimiento científico, técnico y tecnológico que tenga la
sociedad, en lugar de responder a las urgencias fiscales que pudiera tener el
poder político y social.  Pero,
estaríamos encantados si las autoridades integrarán a la programación de las
clases y tareas estos medios audiovisuales y recursos didácticos que ofrecen
estas oportunas creaciones tecnológicas.
Superemos este sistema de
enseñanza: Que confunde el saber con el responder preguntas, que sus metas
escolares y académicas están determinadas por los resultados de un examen, en
el cual los profesores solo se limitan a contar faltas y aciertos.  Un esquema donde el alumno se siente juzgado
como objeto del sistema, donde se desconsideran los procedimientos, los
fundamentos y los aspectos positivos, en los cuales se sustenta la expresividad
del alumno evaluado.
¿Habrá justicia? Al evaluar
un estudiante de pedagogía mención ciencias naturales, que recibe clases de
Química, en una nave dividida en tres aulas, separadas con planchas de plywood,
en cuya sesión de clases, hay 86 alumnos, más el ruido de las otras dos aulas,
pero, luego deberá acudir a un laboratorio de química con más de 100 alumnos,
un profesor y un ayudante.
Santo Domingo, D. N.
24 de Septiembre,
2012.-
 
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